De la oficina a la edición digital
Los inicios de los años noventa no podían ser más prometedores para el usuario general o para quienes trabajaban detrás de un escritorio. La paquetería de ofimática ya era un software imprescindible para cualquier computadora. Las estrategias de negocios de Microsoft, las cuales a finales de los noventas serían objeto de acciones legales por prácticas monopólicas, hicieron de Microsoft Office el paquete por excelencia y a Word el programa líder para el procesamiento de texto.
Figura 4. Publicidad de Microsoft Office, 1990. Fuente: InfoWorld.
Los procesadores de texto trasladaron la mecanografía con creces. Ya no solo se trataba de la introducción de texto, el software posibilitó herramientas que en la actualidad se consideran innatas a cualquier procesador: copiado y pegado, búsqueda y reemplazo, división del documento por páginas, personalización de las características de la página, inserción de imágenes; estilos directos que cambian el tamaño, peso y tipo de fuente, etcétera. A pesar de ello, no todos los usuarios estaban satisfechos. La calidad y el cuidado editorial dejaba mucho que desear. Nadie dudaba que mediante el procesador de texto se creaban documentos de oficina o trabajos escolares de calidad superior, pero para la publicación de libros o artículos académicos esto representaba un retroceso.